Más conocidos como las piedras de los Dropa |
Año 1938, Chi Pu Tei comanda una expedición
arqueológica por las heladas montañas Baian-Kara-Ula, frontera entre
China y el Tíbet. La expedición se adentra en unas cuevas que al punto
se muestran no naturales. Un laberinto de túneles y despensas
perfectamente tallados y con la peculiaridad de que las paredes están
muy bien cuadradas y cristalizadas, como si en la perforación se
hubiesen usado fuentes de calor extremo capaces de fundir la roca. En
algunas paredes encuentran antiquísimos pictogramas de la cúpula
celeste, el sol, la luna y varias estrellas unidas por líneas, como un
mapa de carreteras estelar. Profundizando en las cuevas hayan una serie de
enterramientos pulcros y cuidados, en ellos descubren los restos de
esqueletos que al primer vistazo se asemejan más a primates que a
humanos. Cuerpos menudos y de huesos finos, de apenas 130 centímetros de
altura y cabezas desproporcionadamente grandes. |
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